Venía en el autobús un día cualquiera entre semana a la hora punta en la que los estudiantes salen del instituto y se arrellanan en los asientos del gallinero. En los cascos, mi programa de radio favorito me aislaba del mundo. Casi a la hora de salir, mi amigo F sube acalorado, viene corriendo para no perderlo.
Nos enfrascamos en nuestras conversaciones buscando huecos en los que planear cosas interesantes para el fin de semana. Además, hace días que no nos vemos y tenemos nuevas que contarnos. De vez en cuando el ensordecedor berrido de algún animal de bellota que llega desde atrás nos interrumpe. Pienso en Francia, en la gente educada, en la educación en general de la gente que no grita en los medios de transporte públicos, ni por las calles, ni en los bares ni nada; no grita. Mi amigo F me recuerda que no hace tanto teníamos su edad, y que por muchos improperios y desagravios que escupa con rencor, nuestra generación tampoco es que fuese la más ejemplar. Pienso en Francia de nuevo con un insoportable bufido de uno de los sacos de hormonas sin cerebro del final. Al menos no llevan Ipods con lo más selecto de la música tuchu tuchu a todo volumen para compartir con el resto de los viajeros su nulo sentido del gusto.
Continuamos con nuestra conversación, aunque a causa de las constantes interrupciones no conseguimos reencontrar el hilo. Un pequeño granito blanco sobrevuela la cabeza de mi amigo F. Pensamos que es una bola de papel, no le damos importancia... "Oye, vi a tu hermano el domingo, es un campeón, es digno de la admiración de cualquiera, va bien en el colegio, clases de guitarra, balonmano, conservatorio, judo... saca tiempo para todo..." Ahora son trozos de tela verde arrancada del respaldo de los asientos lo que nos llega desde el fondo, y eso que estamos sentados hacia la mitad del autobús, cerca de la puerta de atrás.
Mi indignación es tal que no llego a concentrarme de nuevo, ni siquiera intentarlo, en aislarme de semejantes mentecatos para prestar atención a mi amigo F; ahora esos malditos bucéfalos se divierten lanzando puñados de arroz al pelo de las muchachas que se sientan frente a nosotros, jaleando el espectáculo con solemnes versos "¡cazá te veah y con munchoh chiquilloh arredeóh!" "¡mañana garbanzoh, pacagáih pucheroh!". Ingenuas ellas, piensan que con mentar a sus desgraciadas madres solventarán el desaguisado...
Al fondo, las niñas guays del pueblo les ríen las gracias a los mozalbetes que el día de mañana pagarán mi pensión. Barrenderos, basureros, mendigos,... no auguro un futuro más prometedor a semejantes rucios. Ejemplo de respeto, tolerancia,cultura, convivencia y desarrollo que la LOGSE ha macerado en los lisos cerebros de los malnacidos que han caído en sus garras.
Mi amigo F me cuenta una anécdota que le pasó hace pocos días, en ese mismo autobús de un día cualquiera entre semana a la hora punta en que los estudiantes salen del instituto. Dos pupilas sentadas a su derecha conversaban sobre el último examen de lengua que habían hecho en clase. Una relataba que había sido durísimo; que en una de las preguntas le pedían que hiciese un comentario crítico sobre el texto, y que como ella no sabía lo que es un comentario crítico había respondido haciendo un análisis sintáctico de cada verbo que aparecía. Este es el futuro, señores. El caso es que, avanzando la conversación, su acompañanta le preguntaba sobre el futuro académico al que aspiraba al finiquitar el Bachillerato. La lumbrera crítica-sintáctica contestaba entonces que aún no lo tenía claro del todo, pero que le gustaría entrar en Periodismo.
Mi fe en la Humanidad recae ahora sobre el hermano de mi amigo F.
"El búho de mi mano vibra apoyado en el asiento del autobús. La chica de la derecha se enreda el pelo con los dedos hasta que casi le duele. La papelera está llena de antitusivos y descongestivos. El sol se filtra a través de todas las ventanas haciendo que el rojo de los asientos brille con pasión. Un señor se ha quedado dormido y despierta tres paradas más allá de su destino. El chico de los auriculares no hace más que mirar por los cristales el reflejo de los que estamos dentro. Seguro que se baja en la parada de psicología… o eso es lo que el querría. La chica de verde cierra los ojos y a mi me toca bajar, pero me gusta tanto éste traqueteo…"
ResponderEliminar... supongo que hay días y días, pero cualquiera diría que viajamos en los mismos autobuses tu y yo
:)
P.D.: Si te fijas en los pequeños detalles hazte un favor y fíjate, sobre todo, en los bonitos
Con amor, tu amiga A.